Durante los
tres días del puente de la Constitución, nueve jugadores de las categorías
inferiores y los dos técnicos nos hemos ido de fin de semana a la capital de
Aragón.
Entre los
jugadores estaban dos parejas de hermanos que son veteranos en estos viajes
(Jaime y Gonzalo, Víctor y Álvaro), dos jugadores que ya conocían el torneo
(Guillermo y Dani) y tres jugadores que iban a disputar por primera vez un
partido de waterpolo oficial (Pablo, Raúl y Adrián).
El torneo
Poloamigos es una reunión de varios clubes de waterpolo que se lleva realizando
durante once ediciones en la ciudad del Pilar. Hasta allí vamos equipos vascos,
catalanes y aragoneses con jugadores y jugadoras que tienen entre 8 y 14 años.
En esos 3 días se disputan 105 partidos, que empiezan a las 9 de la mañana y se
alargan hasta las 9 de la noche, uno o dos partidos cada media hora,
dependiendo de la categoría.
Para nosotros,
que no jugamos liga regular en estas edades, es una oportunidad única de
competir en el deporte que entrenamos durante todo el curso escolar. En tan
sólo tres días participamos en más partidos que los que disputaremos durante
todo el año, por lo que la experiencia de aprendizaje para los jugadores es
importante y las oportunidades que tenemos los técnicos para fijarnos en otros
equipos o entrenadores también son numerosas.
El primer día
del torneo jugamos contra el CN Mediterrani, de Barcelona, y contra el
Casablaca, de Zaragoza. El primer resultado fue bastante abultado y el segundo
algo menor, si bien, independientemente de la cantidad de goles encajados nos
sirvió para aprender a mirar al árbitro cuando pita o localizar la zona de
cambios que tenemos que utilizar cuando entramos o salimos del campo mientras
el balón está en juego.
Después del
madrugón, del viaje y los dos partidos disputados contra dos equipos con una
nivel muy superior, nada mejor para los waterpolistas que una siesta en el
hotel de cuatro estrellas que tiene preparados la organización, donde los
chavales se siente como auténticas estrellas del rock, con una puerta giratoria
en la entrada o una tarjeta que abre la llave de la habitación.
El segundo día
jugamos contra el Helios, de Zaragoza, y contra la Azkartza de Bilbao. Esta
vez, no encajamos tantos goles y conseguimos marcar nuestro primer gol,
aprovechando una superioridad que, aunque no jugamos como se supone que
queríamos, un lanzamiento de Guillermo desde la posición de punta a la derecha
del portero terminó por levantar del banquillo a todos los que allí estábamos
para celebrar que los de Burgos también sabíamos marcar goles.
El último de
los partidos, en el tercer día de competición, lo disputamos ante la Escuela de
Waterpolo de Zaragoza, que tiene en su mayoría a componentes femeninas. Las
chicas mañas parecían más grandes que nuestros jugadores así que, durante la
charla previa del partido intentamos que los chavales se centraran en cuatro
cosas básicas del juego que queríamos
que salieran bien, que no entraran en agarrones debajo del agua.
De nuevo
volvimos a perder, pero esta vez, además de mirar al árbitro cuando pitaba
también supimos interpretar qué es lo que había pitado. Hicimos los cambios
como indica el reglamento, montamos el ataque en varias ocasiones y además,
conseguimos marcar 3 goles a un portero de un 1,80.
Después de un
contraataque que las zaragozanas pudieron interrumpir, Dani provocó una falta
más allá de los 5 metros. No sabemos si la árbitro concedió el gol porque no
vio bien la jugada o por la diferencia en el marcador, pero lo cierto es que,
haciendo un pequeño amago que el reglamento no permite, Dani colocó el tiro en
la escuadra derecha de la portería maña y marcamos otro gol más.
Para los
entrenadores es un torneo interesante porque te permite ver y conocer cómo se
trabaja el waterpolo en otros sitios. En Burgos, sólo tenemos un club, con lo
cuál, no puedes ver experiencias diferentes a las que ya has visto en el pasado
o has vivido como jugador, así que, convivir en la piscina con otros
entrenadores más experimentados y con un ambiente de waterpolo superior sin
duda es una experiencia que nos ilusiona y nos enseña a enseñar con otras
herramientas.
El torneo nos
ha servido para aprender a competir, comprobar que los rivales juegan a una intensidad
muy superior a la que ponemos en los entrenamientos, que en un partido de
waterpolo se pasa más tiempo sin balón que con él y eso nos obliga a ser buenos
nadadores y sobretodo, nos ha enseñado que el resultado de un partido no es
siempre lo más importante.
Los
entrenadores hemos visto actitudes en los jugadores jóvenes que nos gustaría
ver en los mayores de nuestro propio equipo. Nadie se queja cuando tiene que
salir de la piscina para que entre un compañero porque sabemos que a todos nos
justa jugar, aunque ya sepamos de antemano que nos van a pasar por encima, y
porque sabemos, que en sólo unos minutos, otro de los que está en el agua
pedirá el cambio porque ya lo ha dado todo. Nadie se quejaba cuando tenía que
jugar de portero e incluso, hemos encontrado al “loco” que necesitábamos para
ponerse debajo de la portería en todos los partidos. Raúl, que lleva metido en
este deporte menos de 3 meses ya nos ha dicho que quiere que le entrenemos para
ser el último obstáculo que deban superar los rivales antes de conseguir un
gol.
Desde todas
las perspectivas, tener la posibilidad de pasar 3 días fuera de casa, sin tus
padres dándote la vara y conviviendo con los que, con toda seguridad, serán tus
compañeros y amigos durantes los próximos años, es una experiencia que todos
los jóvenes tendrían que disfrutar y por eso, ya estamos animando a todos
aquellos jugador@s presentes y jugador@s futuros a que vayan reservando sus
fechas para el Poloamig@s 2015.
Rodrigo Forca
y Víctor Fernández, como técnicos del equipo infantil del CW Castellae, no
podemos sentirnos más satisfechos y orgullosos de nuestros jugadores.
Víctor,
Dani, Pablo, Rául, Gonzalo, Álvaro, Guillermo, Adrián y Jaime,
GRACIAS